Si realmente quieres alcanzar objetivos y logros organizacionales, primero debes trabajar con mucho esfuerzo, luego abordar temáticas que a veces no son fáciles y tomar decisiones que nos pueden incomodar.

Tan pronto como finalizamos un plan le quitamos urgencia o importancia. “Ya está acordado y escrito” decimos, como si con eso las cosas se vayan a realizar de manera automática. Entonces nos invaden las urgencias y el día a día.

Cumplir con lo que nos puede costar un reto o una pérdida en lo inmediato, requiere esfuerzo, nos abocamos a lo que ya hacemos y creemos que esta bien. Además, los argumentos de por qué no se pueden hacer las cosas:

“no es el momento para invertir” ,“tasas demasiado altas”
“no me atrevo a desvincularlo”, y “si lo contrato y no funciona, es mucho el impacto”, “prefiero no mirar la estructura variable no quiero levantar polvo», «hay que esperar a la competencia”, prefiero equivocarme barato. “las condiciones no se dan” o “no es seguro aún”, entre miles de razones.
Nos autosaboteamos, para ser claros. Si no lo hago no pasa nada. Definitivamente esto es lo peor.

Actualizar los compromisos y la información es prioritario. Las cosas cambian día a día, actualizar los datos, cambiar responsables y ajustar las metas. Para lograr las metas hay que hacer cosas distintas.